Hábitos laborales saludables la clave para tu éxito profesional.
¿Te ha pasado que te levantas por la mañana y te prometes que te pondrás al día con tus tareas pendientes y te sientas frente a la computadora con toda la actitud? Si lo has hecho, lo más seguro es que te hayas esforzado por estar enfocado en tu trabajo pero después de toparte con un par de contratiempos, terminas frustrado y tu intención olvidada.
¿Qué derrota tu buena intención de cumplir los objetivos laborales del día?
¿Por qué es tan fácil que tu buena intención se venga abajo?
La respuesta está en los hábitos.
Por ejemplo: Si tienes el hábito de distraerte con cualquier cosa que pase por las redes sociales, o de checar el Whatsapp para ver quien te ha escrito, lo más seguro es que tu intención no tenga la fuerza para ayudarte a lograr tu noble objetivo de ser más productivo.
Esto sucede porque estos hábitos se fueron formando a base de repetir muchas veces una conducta. En tu cerebro, se fueron fortaleciendo ciertas redes neuronales que ahora hacen que la respuesta habitual se imponga por encima de las buenas acciones que deseas hacer. Lo que quiero decir es que por muy buena que sea una intención, no basta con tenerla y ponerla en práctica un día. Se necesita que desarrolles un plan consciente para repetir la actitud que deseas instalar, hasta lograr integrarla en tu forma de ser.
Según estudios recientes, debilitar una red neuronal sobre cierto hábito o actitud, te puede tomar mínimo entre 18 y 254 días, (la mayoría de las personas lo logra en 66 días). Dicen los expertos que ese es el tiempo en que la neuroplasticidad del cerebro deshace una red neuronal debido al desuso y forma otra nueva con el nuevo aprendizaje.
Si este plazo te parece un largo tiempo, no te preocupes. Basta una semana de práctica para que la silueta del nuevo hábito vaya tomando forma.
Desarrollando un nuevo hábito.
Instalar un nuevo hábito conductual (comportamiento), no es igual que aprender una habilidad física como patinar o bailar. El primero requiere un poco de más esfuerzo. No es lo mismo practicar un paso de baile a sentarte ante la computadora para seguir trabajando, después de comer.
En ambos casos hay que practicar mucho. Sin embargo, para establecer un hábito, necesitas activar los circuitos de recompensa de tu cerebro, y esto requiere que estés motivado por lo que ese nuevo comportamiento te va a aportar en el futuro.
Cuando alguna conducta nos trae recompensas, lo que hacemos es repetirla muchas veces hasta que se convierte en un hábito en nosotros.
Y, por lo general, esto sucede de manera inconsciente. Pero yo te invito a que lo hagas de manera intencionada.
¿Qué comportamiento te gustaría optimizar?
Elige una conducta que quieras convertir en un hábito que te ayude a mejorar tu productividad en tu trabajo. Reflexiona sobre los beneficios que te traerá en el futuro.
Por ejemplo: para atenerte a un horario de trabajo consistente a pesar de que no puedes estar en la oficina, usa tu celular y configura alarmas que te indiquen cuando empieza y termina tu jornada laboral. Recuérdate a ti mismo que si dominas este hábito, podrás separar tu vida personal de tu vida laboral y disfrutarás más de tu tiempo libre.
Te animo a que empieces ya, a practicar el hábito laboral que desees implementar. Trata de mantenerte firme en tu propósito, aunque en el camino te topes con distractores que pondrán a prueba tu determinación. Habrá días en que logres ponerlo en práctica, y habrá otros en que no lo consigas al 100%. No te preocupes; si perseveras, verás como se irán optimizando tus conductas en el trabajo.
Un día a la vez.
Si te es posible, durante el día, mantente con tu propósito. Anota las iniciativas que tienes que hacer; ponte un horario e intenta cumplirlo. Si lo logras, cuenta ese día como el día Uno. Al día siguiente, vuelve a poner en práctica todo lo anterior. Y, una vez cumplido tu trabajo del día, recompénsate por tu esfuerzo disfrutando de lo que más te relaja.
¡Ánimo, manos a la obra!
