Comencemos con un experimento. Pregúntale a alguno de tus compañeros, qué es lo que hacen mal los demás miembros del equipo. Probablemente, te hará una larga lista de los errores y defectos de cada uno. Bueno, si es prudente y discreto, tal vez no lo haga, pero te aseguro que los pensará.
Después, pregúntale qué hace mal él o ella; cuáles considera que son sus debilidades. Te dirá, “¿Yo? ¡Nada!”, o tal vez admitirá que ha tenido por ahí pequeños errorcillos, todos justificables.
Ahora pregúntate a ti mismo, ¿qué hacen mal tus compañeros de equipo? Te aseguro que, sin mucho esfuerzo, se te han ocurrido dos o tres cosas que ellos podrían mejorar. Y es que, psicológicamente, estar conscientes de los errores de nuestros pares es inevitable. Lo malo es que esta tendencia de la mente humana puede degenerar en conductas que sabotean nuestra paz mental y nuestra vida en el trabajo.
Si estás cansado de participar en un ambiente infectado por la crítica destructiva, en este artículo te propongo ideas para que puedas liberarte ya de este agotador patrón de conducta en tu propia vida.
¿Por qué es tan fácil ver los errores de otros antes que los nuestros?
Por un lado, se debe a que las personas tenemos un par de ojos que miran hacia el frente y una mente racional. Eso nos facilita ver y analizar constantemente lo que hacen las demás personas.
Por otro lado, nuestro cerebro está “cableado” para detectar primero lo negativo, lo que no está bien. Esto nos permite captar rápidamente cualquier cosa que pudiera ser una amenaza para nosotros, y así huir o luchar de inmediato y asegurar nuestra supervivencia.
Esto explica por qué la mayor parte de nuestras emociones básicas son “negativas”. Recuerda que las básicas son 7: Alegría, sorpresa, tristeza, miedo, ira, asco y desprecio. Si observas, la alegría es positiva, la sorpresa es neutra y todas las demás son “negativas”.
Pongo entre comillas “negativas” porque en realidad sólo son desagradables. La verdad es que cada una de ellas tiene una razón de ser. El propósito de nuestras emociones es ayudarnos a entender lo que un evento dado significa para nosotros o para nuestro grupo social, y movernos a hacer algo al respecto. Esencialmente, para eso sirven: te impulsan a la acción para que puedas resolver la situación que estás atravesando.
Desafortunadamente, todo esto significa que puedo fácilmente darme cuenta cuando alguien está haciendo algo que no me parece. Mis emociones negativas se alborotan y quieren moverme a la acción. Si no tengo cuidado, entonces puedo atacar al otro con agresión activa o pasiva; con críticas, intrigas o juicios duros.
El costo de la crítica: tus relaciones y tu salud mental
Muchas personas piensan (desde luego, no digo que sea tu caso) que criticar o juzgar a otros sale gratis. Suponen que, al atacar a otra persona, nadie sale afectado sino la víctima del ataque.
Sin embargo, la realidad es un poco más compleja que eso. ¿Cuáles son los costos ocultos que tienen que pagar los partidarios del dicho “piensa mal y acertarás”?
Pues bien, el primer efecto negativo de la crítica es el deterioro gradual y progresivo de la salud mental. Verás: otra tendencia del cerebro humano consiste en reforzar lo que le parece relevante. Lo relevante para tu cerebro es aquello que tú haces, dices o piensas con frecuencia. Cuando tú te permites criticar a alguien, aunque sea sólo en tu mente, tu cerebro hará ajustes en su maquinaria interna para reforzar esta conducta, lo cual significa que en el tiempo te irás volviendo más irritable y más duro en tu juicio para con otros. Poco a poco, sin que te des cuenta, mirarás todo con unos lentes más oscuros.
Por otra parte, si tiendes a criticar o juzgar a otros, otro efecto probable es que tus relaciones con los demás se irán deteriorando. Entonces llegan los conflictos y los resentimientos se van acumulando. Esto erosiona gravemente tu empatía, y tu energía se fuga en todas direcciones. Este ciclo vicioso hace que muchas personas vivan buscando razones para culpar a los demás.
El problema adquiere otra dimensión cuando la crítica y el cotilleo se convierten en el aire que se respira en una organización. Esto puede sabotear crónicamente el desempeño de una empresa; por ejemplo, cuando se lleva a cabo una evaluación 360° para recopilar retroalimentación acerca de las personas, y resulta que todos contestan la evaluación desde sus resentimientos y conflictos no resueltos. Si bien la evaluación 360° produce información útil incluso a pesar de esto, el impacto positivo de esta se verá reducido si no existe un estándar de armonía básica entre las personas.
¿Qué hacer para liberarte de la tendencia a la crítica?
Existe un dicho que dice, “mal de muchos, consuelo de tontos”. Significa que no debemos conformarnos con malas prácticas que se han normalizado porque todos lo hacen. Sí, la costumbre de la crítica es un mal muy común en las empresas; pero, a partir de hoy, tú puedes hacer algo para desinfectar tu mente e inmunizarte contra este poderoso virus psicológico.
A continuación, te comparto algunos principios y técnicas para ayudarte:
Primero: Recuerda el costo de los pensamientos y comentarios destructivos. Un hábito sólo puede cambiarse a partir de que reconocemos que nos está haciendo daño. Para enseñarte a ti mismo a detestar la crítica, reflexiona unos minutos sobre sus consecuencias a tu alrededor. Cuando cada compañero se dedica a hablar de los defectos ajenos, el ambiente se va haciendo tóxico hasta el grado de volverse irrespirable.
Segundo: No seas parte de ello. Si alguien viene a ti, con “confidencias sobre lo que le molesta de otro” invítalo gentilmente a que lo aclare con la persona en cuestión. Considera que si te dejas envolver en intrigas, un día serás tú la víctima del chisme. Sólo es cuestión de tiempo.
Tercero: Es mejor trabajar en ti. No permitas que tu energía mental se desperdicie en quejarte de otras personas. Más bien, cuando emerjan conflictos, revisa cuáles actitudes o conductas tuyas pueden estar complicando la situación; cultiva tu propia excelencia e invierte tu tiempo en reforzar tu carácter limando tus aristas.
Cuarto: Ponle nombre a las cosas. Si existe algún conflicto que está afectando tu interacción con un colega, es importante hablarlo. Una cosa es llevar la fiesta en paz, y otra muy distinta es dejar que los conflictos crezcan al grado de obstaculizar el trabajo. No tienes que hacerte su mejor amigo, pero sí te conviene adquirir la competencia de colaborar con otros a pesar de sus diferencias.
Quinto: Da una nueva oportunidad. Tolera aquello que no puedes cambiar del otro. Quédate con lo positivo que tiene. Acércate a la persona y cultiva una mejor relación con ella. Si en algún momento tienes oportunidad de darle retroalimentación, hazlo con una mezcla sana de gentileza y claridad.
Sexto: El interés genuino es la mejor solución. Nadie cambia cuando es criticado a sus espaldas; al contrario, eso genera mucho enojo y resentimiento. Por eso, si el otro tiende a hacer algo que te saca de tus casillas, lo mejor es ejercitar tu capacidad de empatía y tratar de ser una influencia positiva en la vida de esa persona. Si te acercas con interés, probablemente entenderás mejor lo que él o ella está viviendo y tu frustración se reducirá.
Séptimo: El último recurso. Si ya lo intentaste todo y no ves resultados positivos, no despotriques contra el otro. Mejor, habla con tu supervisor y plantéale la situación. Si es un buen líder, él buscará la manera de solucionar el conflicto.
La mejor herramienta de todas: el diálogo empático
Por último, te comparto un tip que puede ayudarte a darle la vuelta a una situación que normalmente se prestaría a que se den críticas, agresiones pasivas, intrigas y demás en la oficina.
La clave es, primero, hacer una gestión emocional interna. Cuando alguien hace algo que nos produce enojo, esa misma ira hace que queramos censurar o exhibir a esa persona. En estos casos, espera; no hagas nada. Distráete unos minutos; deja que la emoción pase para que puedas decidir tus acciones racionalmente. Ésta es una de las muchas técnicas que integran la gestión emocional.
Después, acércate a la otra persona en son de paz. Trata de hablar las cosas desde una actitud de empatía. Puedes usar, por ejemplo, alguna frase como éstas:
Te noto algo tenso. ¿Pasa algo?
Tengo la impresión de que hoy has estado algo molesto conmigo. ¿Quieres que hablemos de esto?
Te siento algo estresado o abrumado. ¿Puedo hacer algo para ayudarte?
Lo importante es que la persona perciba tu interés genuino y tu disponibilidad de aportar ayuda. No se trata de que se sienta enjuiciado, o que piense que debajo de tus palabras hay una petición encubierta de que “cambie” porque te molesta su actitud.
Este ejercicio también sirve para que escuches al otro y estés abierto a reconocer si tus juicios son justos o si tu percepción fue equivocada. De ser así, tendrás una valiosa oportunidad de hacer cambios para crecer más como persona.
Trabajar en ti y hacer una mejor versión de ti mismo es lo que genera el cambio. Si quieres mejorar el ambiente en tu área, puedes empezar por ti mismo. Allí está tu oportunidad de influenciar; allí radica tu poder. Como dice el dicho: “La palabra convence, el ejemplo arrastra”.
Después de todo, como dice una frase de Steve Jobs:
“El tiempo es limitado, así que no lo desperdicies viviendo la vida de alguien más.”